El pequeño Universo de Robin
Existe un precioso bosque en un pueblecito llamado
Ravenswood, está lleno de amables y contentos animales. La vida de los animales
del bosque era muy divertida, en especial la de los más jóvenes, que acudían a
la escuela. Todos los animales de todas las especies iban a clase juntos.
En la clase de la señorita osa, que era una excelente
profesora, había un zorro llamado Robin. La verdad es que Robin no era el más
popular de la clase, y cuando salía a jugar, el resto de animales no jugaban
con él ni le elegían en los equipos. Robin se ponía muy triste, y pensaba:
- “¿Por qué nadie quiere jugar conmigo?
¿Soy raro? ¿Hago algo mal?”
Su madre, que era muy sabia, siempre le decía que él no
tenía la culpa, que los demás ya aprenderían a valorar lo buen animal que era.
Pero a Robin eso no le servía de mucho, seguía sintiéndose solo y despreciado
por los demás, aunque fuese tan bueno y amable como decía su madre.
En la escuela de Ravenswood había también pandillas de
chulitos y populares, que solo pensaban en ser el centro de atención. Uno de
ellos era la ardilla Alex, era una de las chicas más guapas del colegio y había
sido elegida reina del baile tres años seguidos. A pesar de estar en la
pandilla más popular, Alex era una ardilla muy normal. No le gustaba
considerarse por encima de los demás animales, pero solía no relacionarse con
ellos, ni siquiera hablarles, porque sus amigos populares no lo verían bien.
Era la semana próxima a la navidad y todos los animales
iban el fin de semana a visitar el lago helado que había al Norte del bosque.
Alex fue con sus amigos a acampar y divertiste a la orilla del lago e hicieron
una hoguera para calentarse, todo iba genial. Robin, al contrario, decidió
quedarse en casa con sus padres jugando a juegos de mesa, ya que no tenía
amigos con los que ir.
El sábado él y sus padres fueron a visitar el mercado
navideño a orillas del lago y a dar na vuelta por los alrededores. Todo
amaneció nevado ese día, había unas vistas preciosas, y Robin decidió ir a
hacer unas fotos mientras sus padres visitaban el mercadillo. Cuando andaba por
el bosque se sorprendió mucho al ver a la ardilla, Alex, pidiendo ayuda:
-
“¡Socorro! ¡Que alguien me ayude! ¡Estoy atrapada!”
Por culpa de la nieve Alex había quedado atrapada por una
rama muy pesada que había caído de un árbol. Robin fue a ayudarla:
-
“Hola, soy Robin ¿Estas bien? ¿Qué ha pasado?”
La ardilla le respondió:
-
“Estaba dando un paseo buscando ramas y madera para la
hoguera y me ha caído una rama encima. No me puedo mover y me duele mucho la
pata.”
Robin intentó mover la rama que Alex tenía encima. Pero
no podía:
-
“Es una rama muy pesada, no puedo moverla. Iré a por una
rama más larga y fina para hacer palanca ¿vale?”
La ardilla le dijo:
-
“Pero ¿me prometes que vas a volver para sacarme de aquí?
Por favor…”
-
“¡Claro! Tranquila, no tardo mucho, enseguida vuelvo, te
lo prometo.” Dijo Robin.
Cinco minutos más tarde el zorro apareció con la rama:
-
¡Ya estoy aquí! Voy a sacarte, ¿de acuerdo?
-
“Con cuidado” – dijo la ardilla – “me duele mucho.”
Robin la sacó de debajo de la rama con delicadeza, pero
Alex tenía una lesión en la pata a causa del golpe y no podía andar. El zorro
la cogió en brazos para llevarla al campamento. Por el camino Alex le preguntó:
-
“Te he visto alguna vez en clase de la señorita osa ¿has
venido hoy con tus amigos?”
El zorro le contestó:
-
“N0, en realidad no tengo muchos amigos, he venido con
mis padres.”
-
“Y ¿qué hacías en medio del bosque cuando me has
encontrado?” Dijo la ardilla.
-
“Estaba haciendo unas fotos y te he oído pedir ayuda,
menudo susto me he llevado. Por cierto, tus amigos ¿cómo es que no estaban
contigo?” Preguntó Robin.
Alex le contestó:
-
“Íbamos corriendo de vuelta al campamento haciendo el
tonto y cantando cuando me cayó la rama encima, ellos ni se dieron cuenta. Ni
siquiera se habrán dado cuenta de que no estoy, no ha venido ninguno a
buscarme.”
-
“Es muy raro que no se hayan enterado, ¡son tus mejores
amigos! Bueno ya hemos llegado.”
Robin dejó a Alex en la caseta de emergencias para que le
vendasen la pata. De pronto llegaron sus amigos preguntándola que dónde había
estado, y qué le había pasado. Alex les contestó:
-
“Iba con vosotros cuando me ha pasado esto, pero ninguno
os habéis dado cuenta, menos mal que ha aparecido Robin.” Dijo sonriendo.
Sus amigos se quedaron extrañados al ver a aquel zorro al
que apenas habían visto por el colegio y al que no conocían. Robin no había
existido nunca para ellos. Con cara de sorpresa todos observaron cómo Alex se
giraba mirando al zorro y le decía:
-
“Estoy lista, ¿quieres que vayamos a por un chocolate
caliente en cuanto me traigan las muletas?”
Robin abrió los ojos como platos, ¡eran sus primeros
planes con un amigo! Por fin una persona se había fijado en que no era raro,
era normal y un buen chico.
Los dos animales disfrutaron de un buen chocolate juntos
y se lo pasaron en grande. Aunque a Robin le costaba un poco relacionarse al
principio, porque era muy tímido, acabó siendo él mismo con Alex. Fueron muy
buenos amigos desde entonces y para siempre y Alex se sorprendió mucho a ver
que muchas veces ignoramos la bondad de las personas que nos rodean, a las que
ni nos molestamos en conocer. Esas son las personas que pueden acabar
cambiándonos la vida.
Cuento escrito por Lucía.